La bóveda de Rodrigo Gil_08 Imprimir E-mail

Como acabamos de comprobar, la montea del alzado de una bóveda puede ser extraordinariamente compleja. En él debe aparecer también el dibujo los arcos principales que la bóveda requiere para su construcción, de este dibujo deben extraerse los baiveles que permitirán posteriormente tallar las dovelas con su correcta curvatura. Recordemos que esta bóveda se construye con dos arcos diferentes: el ojivo, con el que además se construirán los terceletes, y el arco formero que tiene su propia curvatura. Otra particularidad interesante es que, en esta bóveda, Rodrigo Gil decide que la sección de todos los arcos sea la misma, contradiciendo lo que aconseja en su propio manuscrito [fig. 7, 7b].

Además de los arcos principales la bóveda de Rodrigo Gil se adorna con un buen número de arcos subsidiarios o nervaduras decorativas que en realidad son los causantes del gran número de claves de esta bóveda. Es conocido que la relevancia y empaque de una bóveda de crucería se medía entonces por el numero de sus claves, por tanto, entre las habilidades del arquitectos, se encontraba la de ser capaz de crear dibujos con las crucerías que produjeran un gran número de claves para dar satisfacción a los encargos más importantes.

Estas nervaduras decorativas, según el propio Rodrigo Gil, son nervios suspendidos entre dos claves. En la bóveda que estamos construyendo los hay de dos tipos: nervios curvos, o nervios rectos. Nervios curvos son, por ejemplo, los que forman el gran cuadrifolio, mientras que rectos son los centrales, que forman la estrella de cuatro puntas con el cuadrado inscrito. Además, estas nervaduras presentan otra complicación estética extraordinariamente sutil, la sección de las mismas debe ser siempre vertical. En realidad, la estética gótica parece imponer que todas las nervaduras, y también las claves, sean siempre verticales así que también los nervios decorativos deben serlo; es decir que dependiendo de su posición en la bóveda, tiene que deformar su sección en mayor o menor medida. Por ejemplo, los nervios convexos tangentes al cuadrifolio central, al estar muy alejados del centro de la bóveda tienen su sección muy deformada ya que su eje vertical forma con la pendiente de la bóveda un ángulo muy agudo; en cambio, los nervios que forman el cuadrifolio central, como se encuentra en una posición intermedia, tiene también una deformación algo menor que los anteriores y, por último, la estrella y el cuadrado central, que se encuentran en la cúspide de la bóveda pueden tener su sección, recta, esto es, sin deformación alguna. Por tanto, los nervios decorativos se resuelven con tres secciones diferentes o, como se decía entonces, con tres “reviros” diferentes de manera que siempre queden verticales [fig. 7c, 7g].

En la planta se van dibujando también, como si fueran curvas de nivel, los distintos niveles de las jarjas. Como la bóveda tiene nueve lechos, se requiere dibujar el contorno de los diez niveles, desde la cara inferior, nivel 0, hasta la superior, nivel 10. Este complejo dibujo de niveles superpuestos debe hacerse con objeto de crear 10 plantillas, una por cada nivel, que serán imprescindibles para la construcción de cada lecho horizontal de las jarjas. Es evidente la intención de Rodrigo Gil de dotar a la bóveda de unas jarjas muy elevadas, para conseguir este efecto, en la base, el haz de nervios se deben ser muy apretados, de forma que, para que se separen los nervios, la jarja debe elevarse notablemente. Por el contrario una jarja en la que los nervios en su base estén ya algo distantes, necesitará menos altura para lograr que éstos sean independientes. En el alzado de la montea, debe dibujarse también la sección de la jarja, con cada uno de los planos horizontales que, al ir cortando a los arcos, permite dibujar la planta cada lecho y, a partir de ellas, extraer las distintas plantillas con los que ir labrando cada nivel [Fig. 8, 8i].

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